viernes, 4 de mayo de 2012

Educación en la Edad Media


El cristianismo con su poder divino se había encargado de transformar el mundo antiguo en mundo nuevo, y pronto hizo sentir su influjo por todas partes y en todas las cosas. La educación y la instrucción recibieron grande impulso, y presentaron nueva faz conforme con el destino presente y futuro del hombre. 
El espíritu del Evangelio penetraba en la sociedad, y a medida que se extendían sus saludables doctrinas, las escuelas y establecimientos paganos debían someterse, por fin, a la cultura cristiana.
Desde el siglo IV hasta el VI fueron inundadas por los bárbaros casi todas las provincias romanas. Reinaba la desolación por doquiera; a los males que procedían de fuera se agregaban los que eran efecto de las particiones del imperio, de las guerras contra los usurpadores, de impuestos insoportables y de la manera de recaudarlos. Las necesidades, del presente, la incertidumbre del porvenir, que a todos angustiaba, entorpecían los progresos de las ciencias aun en los intervalos de la paz. La escasez del tesoro público no permitía a los emperadores sostener los establecimientos de educación; los pueblos carecían de los medios necesarios de atender a tales servicios y las escuelas desaparecieron insensiblemente. Sin embargo, los hijos de los cristianos debían instruirse en la religión, y los que aspiraban al estado eclesiástico debían prepararse también para su carrera. 
El influjo del cristianismo disponía a pensar en las cosas del cielo, a penetrarse del espíritu de amor y a avanzar en el terreno de la verdad. La Iglesia con su disciplina destruía insensiblemente las costumbres brutales, haciendo que el espíritu predominase a las fuerzas y agilidad del cuerpo. Todas estas circunstancias y el espirito caballeresco que se desarrolló más tarde, contribuyeron en gran manera a los progresos de la civilización en aquella época.
Los franciscanos y dominicos establecieron también escuelas en la edad media para los aspirantes a la orden, y otras distintas para cuantos querían frecuentarlas. Escribieron también algunas obras superiores a las empleadas hasta entonces, y como, sus escuelas estaban en las ciudades, quedaron desiertas las de los benedictinos, aunque las de estos eran superiores.
Desde el siglo XII se establecieron escuelas en los pueblos bajo la vigilancia de las autoridades locales. Estas escuelas sin embargo no diferían gran cosa de las de los conventos, pues que estaban reducidas al estudio de memoria, a causa del grande precio de los libros y el papel. El maestro, auxiliado a veces por los discípulos de mayor edad, recitaba la lección hasta que la mayoría la aprendía de memoria y la explicaba después bien o mal. Cuando disminuyó el precio del papel, se adoptó el método del dictado. En suma, no diferían estas escuelas de las del clero sino en la forma exterior, y servían asimismo, por lo común, para formar eclesiásticos. Decidida la creación de una escuela, se construía un edificio, se fijaba la dotación del maestro y la retribución de los niños, y se nombraba un rector de entre el clero, y la autoridad civil no se cuidaba más de la escuela. Entonces el rector nombraba auxiliares pertenecientes también al clero, y estos eran los encargados de la enseñanza. En el siglo XIV los discípulos de más edad viajaban para frecuentar diversos establecimientos, y esta costumbre, que al principio tuvo por objeto adquirir una educación más esmerada, degeneró por último en una vida vagabunda; así que estas escuelas destruyeron las de los conventos sin contribuir en nada a los progresos de las ciencias. La educación de la masa del pueblo en aquellos tiempos era casi nula. Los estudios clásicos introdujeron después cierta libertad de espíritu, y con ella cambios notables en la educación y enseñanza, los cuáles bajo el influjo del cristianismo prepararon los progresos del porvenir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario